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lunes, 7 de abril de 2008

Historias de vida

El “sueño americano”, cuando se convierte en sufrimiento

* La historia de un huixtleco, que pasó varias calamidades para llegar al país considerado del “primer mundo”

"Desaprovechamos las oportunidades que México nos da”, sostiene Oscar Zarsoza Solís, quien tiene 10 años de trabajar en los Estados Unidos.
Para que se cumplirá su “sueño americano”, primero pasó una aventura, al ser regresado por la migra a Matamoros.
“Después de tener trabajos malos, regulares y buenos, que uno a veces no aprovecha en su tiempo y cuando sentimos que se han cerrado las puertas, lo único que nos queda es partir en busca de mejores oportunidades”, señala el huixtleco, a través de una carta que titula “Sueño y Aventura”.

El comienzo
En Junio de 1997, se encontraba en Matamoros, pegado al Río Bravo y a 100 metros de las casetas de Migración.
“Es ahí donde tuve mi último trabajo --antes de ir a los Estados Unidos--, en un lugar en donde tal vez si mucho existen unas 20 casitas o ranchos”, precisa.
Tuvo la suerte de que tenía familiares de su esposa en la Frontera Norte, en una casa tipo fonda para los traileros, los cuales contactaron a uno de los propietarios de esos lugares para comenzar a prestar su mano de obra.
“La verdad, no me importaba lo que fuera, pues ya se mencionaban los maravillosos billetes verdes (dólares) tan maravillosos como el meritito chile jalapeño mexicano. Y en la charla llegue a escuchar que iría a trabajar a un rancho en la cosecha del bombón y en mi cabeza luego llegó el pensamiento que de campesino. ¿Y ahora qué, si nunca en mi vida había trabajo de algo así?”, confiesa Zarsoza.
Sin embargo, recordó que antes se había desempeñado de peón de campo para la empresa Tabacos de México (TABAMEX), la cual llegó a existir en Huixtla y “que nos dio mucho, ya que lo que no nos daba, se lo arrebatábamos y por fin acabaron con ella”, critica.
Su primer día de trabajo en ese rancho de Matamoros comenzó a pintar muy bien, pues el dueño le dio un aventón para enseñarle el lugar, el cual se encontraba a 3 kilómetros en donde vivían los familiares de su esposa.
Oscar, se sorprendió por lo enorme del terreno, pero de inmediato cambió su estado de ánimo, pues ahí le dieron una pala y azadón, que fueron sus herramientas de trabajo. Así, laboraba bajo presiones de los capataces, quienes vigilaban la limpieza de la hierba.

El sufrimiento
Conforme las inclemencias del sol se dejaban sentir, el paisano asegura que recordó las palabras de su madre, con las recomendaciones de estudiar para llegar a ser alguien en la vida. Sin embargo, vino la hora del almuerzo, después de las 12 del día, y para eso, todos se iban a una galera, en precarias situaciones.
“Ahí me quedaba, pensando en lo que me esperaba, pensando si soportaría todo aquello”, explica Zarsoza.
Los aventones, también acabaron, por lo cual tenía que levantarse a las 4 de la mañana para transitar los 3 kilómetros a orillas del Río Bravo, para llegar al trabajo. Y la gente, le advertían de los asesinos por esos rumbos. Como consecuencia, “siempre caminaba armado hasta los dientes. Me conseguí un machete”.
Después de este sufrimiento, comenzó a alimentarse el ánimo de cruzar para llegar a sueldo Americano, aunque tenía sus dudas.
En la Terminal de Autobuses de Matamoros, al hacer un mandado de los familiares de su esposa, encontró en su cartera una tarjeta con el número de teléfono de su hermano, en los Estados Unidos.
A pesar de esto, antes no se había animado a hacer esta travesía, porque pensaba “que no era traidor a mi patria. Que a Estados Unidos solo se van los de falta de capacidad. Y bueno, la vida te quita todas esas ideas y aprendes que la palabra “nunca”, no es exacta”, reconoce.
En el primero intento de localizar a su pariente, solo encontró a su esposa. Y en el siguiente, logró tener comunicación. Al final, encontró el apoyo de Rubén.
Buscó a los “polleros” que se encuentran en la terminal y le dio la confianza a uno, supuesto conocedor de la gente de Huixtla e hizo el trato por 750 dólares.

La “amarga” experiencia
Lo mandaron a un hotel, en donde se topó con 30 más en busca del “sueño americano”. Todos entraron en 3 carros, como sardinas.
Después, el “guía” les decía que debían cruzar el río de noche, correr por tramos y tirarse al suelo, para no ser vistos por los de Migración. En ese grupo, iban mujeres, los cuales recibían auxilios del resto.
El huixtleco, recuerda el último descanso que tuvieron de las 12 de la noche hasta las 4 de la mañana, esperando otras 3 camionetas de doble cabina. La mayoría, se fueron en las góndolas y él, acompañó a una mujer en la cabina, y no buscó un lugar para salir rápido si se aparecían los Policías de los Estados Unidos.
Para las 7 de la mañana, ya habían pasado la frontera, sin embargo, alguien había dado el “pitazo” y empezó la persecución.
“Yo miraba hacia atrás de la camioneta y veía como los que iban en la góndola, volaban, saltaban y corrían para todos rumbos”, recuerda, mientras le invadió el temor al no poder escapar.
Al haber recibido las indicaciones del “pollero” sobre el chofer, de que lo fueran protegiendo, cuando ya lo tenían sujetado de la camisa, Oscar salió de la camioneta, aprovechando el momento para zafarse y salir corriendo.
“El de la migra, enojadísimo, desde el lado del volante me logra trabar con las esposas en una muñeca y me jala con mucha fuerza que logra arrastrarme por arriba de los asientos y dejarme caer de la camioneta al pavimento de la calle para luego sacar la pistola y pegarme con el cañón en la cabeza. Arriba del oído empecé a sangrar. Estaba tirado con la cara al suelo y el tipo con una bota sobre mi cabeza, era ya para eso como las 12 del día, y el pavimento estaba ardiendo. Eso no se me olvida”, sostiene.
Su estancia en las oficinas de Migración de Estados Unidos fue por un día y una noche, en una cárcel, donde afirma, cala el frío. De ahí, los regresaron a la línea, en la Frontera Norte.
Volvió a Veracruz, en donde se encontraba su esposa con sus familiares, a quienes les contó todo. “Me preguntó mi esposa: ¿Me imagino que ya no irás?”, expone Zarsosa, a lo cual respondió que iba a cruzar. Volvió a llamarle a su hermano, y de ahí se fue para el otro lado.
Después de 10 años, no ha regresado a su lugar de origen, Huixtla. Aunque allá tiene su vida hecha, no deja de extrañar su tierra y el sufrimiento que pasó para alcanzar el “sueño americano”. (Investigaciones Especiales/Zona Costa)

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