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sábado, 20 de septiembre de 2008

“Nos agarró con los brazos cruzados”

México, DF. Septiembre 19.- Eran las siete de la mañana. Si no hubiese muerto su madre, y su padre no se encontrara en terapia intensiva, así como su hermanita de siete años y su hermanito de seis meses, a consecuencia de las explosiones inconcebibles de granadas expansivas que la noche del 15 de septiembre en Morelia, Michoacán, mataron a siete almas y mutilaron a un centenar de mexicanos que apenas acababan de gritar ¡Viva México!, el niño no hubiera sido consolado por el Presidente de una República que se estremece completita, como hace 23 años se estremeció consternada por el terremoto que sacudió el país entero, zarandeando en la capital los edificios que se comenzaron a caer poco a poco encima de sus habitantes.
“Nos están apachurrando por todos lados, la naturaleza misma y la no naturaleza de los humanos”, comenta una voz recordando las tragedias de la nación en su mes patrio.
Poco a poco se quebrantaban como se quebranta la sociedad después de este 15 de septiembre que amaneció con la catastrófica noticia de que en nuestro México ya hay terrorismo, uno que “nos agarró con los brazos cruzados”, comenta don Aurelio, el peluquero de la colonia Narvarte, mientras le corta con cuidado el escaso cabello a un hombre muy viejo, que tiende su mirar por encima de unas grandes ojeras hacia el espejo.
“Uno se arrepintió —dice el señor—, subió los brazos diciendo ‘ay perdón’, mientras los demás corrían. ¿Sabían que las granadas eran expansivas? Yo lo dudo, yo creo que los drogaron, les calentaron los ánimos, los mandaron a aventar bombas de humo. Yo no creo que hayan sabido que eran granadas expansivas y que iban a matar y a mutilar a gente civil que ni la debe ni la teme. Los usaron, es evidente, para mandarle el mensaje directo al Presidente, que ya debería renunciar. Ya nos chutamos a Fox, votamos por un cambio que no culminó, y ahora tenía que llegar otro cambio, López Obrador, aunque no fuera lo máximo, pero era cambio. Pero ah no, el Fox metió a fuerza por la puerta trasera a este Felipillo que no sabe lo que está haciendo, quitar a los capos, poner a un escuincle poco capaz, mediocre, en Gobernación, y esparcir así por toda la nación un caos que nos embistió ahora como nos arremetió hace 23 años, a las 7:19 horas de la mañana, un terremoto que nadie ha olvidado.”
Es ahora la tierra la que siente por encima el temblor de los labios, de los pies, del alma de una nación que no comprende, a tres días, aún no comprende qué sucedió la noche de la Independencia en el estado, cuna del mandatario que aparece en la televisión para decir cómo ganar una guerra que se ha convertido en epidemia.
“Las drogas, con todo lo que han dicho que se cautiva, siguen costando lo mismo. No han subido de precio desde hace dos años, y mi dealer anda tranquilo, sin problemas, llevando y trayendo, y bien me dice, quitan a los de arriba y nacen de uno, diez cabezas, y por tener la más grande, la única, se matan, se pelean, se asesinas y mutilan, pero matar a gente civil, que igual y los mantiene, porque son consumidores, eso ya es el colmo”, comenta una persona que consume cocaína y que confiesa que en los últimos tiempos ha pensado dejarla para dejar de ser partícipe de un movimiento de imbéciles sin cabeza que quieren ser los capos, los grandes señores de las drogas.
Guadalupe, quien corta el cabello en la estética de Don Aurelio, comenta que es la respuesta de un “tú me atacas, pues bien, yo te ataco de vuelta, pero como no pueden atacarlos a ellos, pues a quien se ataca, a la gente, a ese niño de once, 12 años que hoy en la mañana me hizo llorar cuando por la tele le decía al Presidente ‘ya perdí a mi mamá’, no puede ser, cómo es posible...”
En una larga cola en un banco que dice ser el Banco del Mundo, que te cobra por tener tu dinero ahí, un hombre de baja estatura, de dientes plateados y bigote canoso, comenta respecto al acto terrorista de Morelia que “eso pasa en todo el mundo, y que ya llegó a México, así de sencillo, como toda la globalización. Y lo pero es esto, mira, somos el pueblo los que pagamos por la seguridad, todo eso viene de nuestro bolsillos, pero la seguridad no es para el pueblo, sino para los gobernadores. El góber de Michoacán estaba arriba, rodeado de seguridad, de militares, de Afis, de guaruras, armados hasta los dientes. ¿Le van a hacer algo a ellos? Pues no, se fueron con la gente, con el pueblo que no tiene quien lo cuide, aunque él es el portador del cuidado de los de arriba.”
La gente continúa caminando, las calles continúan siendo ríos humanos de almas que no olvidan, pero que de alguna manera descargan de sus bolsas lo que más pesa para seguir navegando por un destino que quizá arremeta contra la paz de uno, quizá sí, quizá no, quien sabe… (Retomado del periódico Milenio)

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