Angel Mario Ksheratto
Negligencia municipal
Negligencia municipal
La tragedia se veía venir desde hace varios días; los cúmulos de basura a lo largo de la rivera del río Sabinal, advertían inundaciones y pérdidas enormes. La autoridad municipal, trascendió, estaba al tanto de la información que expertos hacían llegar a las áreas encargadas de garantizar la seguridad de la zona bajo riesgo. Pero no se hizo nada. Nadie se preocupó por desazolvar el río; nadie se preocupó por limpiar los drenes. Las consecuencias son devastadoras. Decenas de casas inundadas, muchas de éstas, con pérdida total. La culpa, según fuentes de la Presidencia Municipal, de los ciudadanos que tiran basura donde les pega la gana.
Puede, en cierto modo, ser cierto, pero no justifica en nada y para nada, la negligencia del alcalde y sus colaboradores quienes olvidaron su obligación y dejaron que la basura obstruyera el paso del agua, haciendo que ésta saliera de su cauce. Hay quienes reconocen a los gobiernos panistas anteriores; se preocuparon por mantener una campaña permanente de limpieza en las orillas del Sabinal. El actual gobierno, no lo hizo. Y lejos de reconocer su falta, culpa a los habitantes de la ciudad. Falta de respeto y carencia de moral.
Nadie puede contra la naturaleza, innegable. Pero si hubiese una campaña de prevención de riesgos y hubiera una sana preocupación por los intereses de todos, no estaríamos viviendo la tragedia que hoy sacude a todos por igual.
De nada sirve ahora buscar culpables. De nada explicar con tecnicismos baratos lo que pudo evitarse y no se hizo por falta de visión y compromiso con la sociedad.
La pregunta obligada es quién pagará los gastos, los daños a los afectados. No hay quién responda. Los paliativos que en su momento vayan a darse, serán eso: paliativos, aspirinitas para un cáncer que avanzó a la vista del alcalde Vals Esponda, quien ha preferido pasar gran parte de su tiempo en la Ciudad de México, que atender las necesidades de los gobernados. ¿Así quiere ser gobernador del Estado? No ha demostrado ser un funcionario responsable, eficiente y capaz.
Echarle la culpa a la intensidad de las lluvias, es faltar el respeto a los tuxtlecos; es tapar el sol con un dedo. La urgencia ahora es la reparación inmediata y total del daño. Y desde luego, la implementación de nuevas políticas públicas, políticas que garanticen la seguridad de los habitantes en zonas de alto riesgo.
Un análisis severo de la administración de Jaime Vals Esponda, arroja resultados francamente deplorables. Calles deshechas por falta de mantenimiento; drenajes obstruidos por falta de limpieza, avenidas destruidas por obras inconclusas… El ornato citadino es un desastre pavoroso. Y si tocamos la administración financiera, ésta está en condiciones realmente lamentables. Los adeudos son de escándalo; los acreedores del Ayuntamiento capitalino se quejan de atrasos en los pagos correspondientes a sus servicios y aún peor de malos tratos por parte del tesorero municipal.
Con todo eso Jaime Vals Esponda ha omitido su responsabilidad y hoy nos deja como consecuencia la tragedia que ha tratado de minimizar como si los tuxtlecos fueran los responsables directos de administrar a la ciudad. He dicho líneas arriba que ante la naturaleza no hay fuerza humana que la entretenga pero debe haber sentido común cultura de prevención y responsabilidad política para atender los justos reclamos de la sociedad que esperaba de este alcalde, dada su famosa inteligencia, un poquito de eficiencia y capacidad.
A la tragedia viene la urgencia de reconstruir lo que el desastre dejo; esperemos que por lo menos haya sensibilidad humana para atender caso por caso y restituir la confianza en la institución municipal, que se ha visto seriamente afectada por la irresponsabilidad citada.
Sabemos que el alcalde es poseedor de una piel muy fina para la crítica. No acepta la comisión de errores propios de un ser humano, pero ésta vez debe asumir no solo su responsabilidad sino la obligación de responder con prontitud y eficacia, a menos que esté dispuesto a afrontar el costo político y social de su lamentable mediocridad. Por lo demás debe estar consciente que se le ha elegido para servir y no para construir murallas de defensa personal.
Tarjetero
*** En el caso de los dos reporteros agredidos recientemente durante un desalojo, trascendió que el fiscal encargado del operativo y el comandante en jefe de la policía ministerial, han sido prácticamente absueltos por las autoridades competentes. Uno de éstos, se supo huyó hacia la ciudad de Mérida, Yucatán. El otro anda suelto buscando al chivo expiatorio; buscan culpar a un tal Armando, chamaquito recién egresado de la carrera de derecho de la universidad, con apenas dos meses de trabajar como fiscal adjunto. Para el colmo, el papá de Armando se queja de cierto tipo de extorsiones que en su momento habremos de dar a conocer. A mi amigo, Ignacio Soberano Velasco, pedí públicamente hace unos días que se haga justicia; pero no con chivos expiatorios sino con los verdaderos responsables. Él sabe a quiénes me refiero y sabe que su obligación como servidor público es hacer caer el peso de la ley sobre éstos y no sobre personas inocentes y menos contra un joven profesionista que recién empieza su carrera y corre el riesgo de malograrla por un acto de injusticia deleznable. No se trata de pelear sino que las cosas se hagan correctamente y no como en el pasado en el que imperó la impunidad. *** El debate, mejor dicho combate, entre Marcelo Ebrard y el cura Sandoval Iñíguez, no es más que un duelo de patadas entre dos mulas ariscas que se toman de las barbas de Dios para justificar sus idioteces; dos placeras serían más decentes que éste par de defensores de lo indefendible. Sandoval defiende sus fobias sexuales y Ebrard, la exposición de niños a riesgos inconfesables. Que dos homosexuales adopten a un niño inocente y sin capacidad siquiera de opinar, es una violación al derecho universal de los infantes. Eso tan sencillo no lo entienden. *** Luego nos leemos.
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