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jueves, 23 de octubre de 2008

¡Apágate, apágate, que me estresas!

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México, DF. Octubre 22.- ¿Ha pasado la noche en vela picando los botones de su nueva computadora? ¿Le angustia descomponer por error algún aparato electrónico? ¿Se muere por tener el modelo más reciente de teléfono celular? ¿No se detiene sino hasta concluir la misión de un videojuego?
Lo que antes era diversión, y le hacía más fácil la vida, es probable que ahora se convierta en un problema de salud mental.
El mal uso de la tecnología puede generarle tecnoestrés. Se trata de una emoción negativa a la hora de enfrentarse a la tecnología: le produce inquietud, cambios repentinos de carácter, irritabilidad, angustia y aislamiento.
Hombres y mujeres de entre 25 y 55 años son los más vulnerables, aunque los niños y los adolescentes no salen bien librados.
“La tecnología por sí misma no causa trastornos o enfermedades, sino que provoca un cierto grado de estrés. Cuando este estrés es excesivo, nos lleva entonces a tener trastornos de ansiedad, así como trastornos por agotamiento físico, visual, auditivo o muscular, sobre todo en el cuello, la espalda y la columna. Además nos orilla a la tecnoadicción y al síndrome de Burnout, que es el agotamiento crónico de los trabajadores”, explica el doctor Alejandro Córdoba Castañeda, del Hospital de Psiquiatría “Héctor Tovar Acosta” del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Y los daños no son inofensivos: se estima que uno de cada cuatro mexicanos que llegan a consulta por un trastorno de ansiedad se lo deben al tecnoestrés; dos de cada diez trabajadores formales en México sufren agotamiento crónico; el uso excesivo de videojuegos puede causar lesiones en tendones y cerebro y, en lo que va de 2008, más de 130 millones de personas en el mundo han sufrido daños auditivos provocados por el intenso ruido de celulares, equipos personales para escuchar música y aparatos electrónicos.
De acuerdo con Córdoba Castañeda, entre los ocho y los 18 años de edad se corre el riesgo de pasar del tecnoestrés a la tecnoadicción.
“Es probable que niños y adolescentes que constantemente están usando la tecnología, queriendo actualizarse y compitiendo con sus pares para tener el último grito de la moda en tecnología y tener un mejor manejo de ella, pasen a la tecnoadicción”, advierte el especialista.
Así le ocurre a Beto, un adolescente de 13 años que va en segundo de secundaria y sufre si no supera algún nivel de un juego en el Xbox.
“La verdad yo siento que sí me estreso, pues justo cuando tengo que ir a la escuela quiero terminar el juego, pero a veces, entre la tarea y tener que bañarme, no me da tiempo. Además me la vivo pensando cómo pasar la misión”, cuenta.
El sábado pasado Beto se compró un nuevo celular. Ahorró durante un mes para tenerlo y, precisamente cuando lo estaba estrenando, se dio cuenta de que el vibrador no servía.
Durante el festejo del cumpleaños de su abuelita se la pasó investigando cómo hacerlo vibrar: le preguntó a sus primos, quienes también intentaron hacer que funcionara, pero no pudieron.
Toda la fiesta picó botones, pero sin éxito. El domingo, muy temprano levantó a su papá para que lo llevara a la tienda donde lo compró.
Al llegar, los vendedores encontraron, en sólo un par de minutos, la manera para que su celular vibrara.
“Era bien fácil, pero no le entendía. Sí da un poco de coraje y desesperación que no sirva lo que compras”, dice Beto.
Pero este no es el único caso de tecnoestrés. A Bertha, una médico familiar, le costó aceptar que a su clínica llegaran computadoras. Pero tuvo que sustituir la pluma por el teclado.
“No entendía nada, nunca había utilizado una computadora y aquí nos la metieron de repente. Sufrí mucho para aprender a imprimir, la luz me lastimaba la vista, nos dieron una capacitación chiquita que no sirvió de mucho. Entonces era la presión del paciente y tener un aparato que me complicaba la vida”, relata.
Con los años se acostumbró a usar el mouse y la impresora. Ahora hasta le ve ventajas a haber dejado la pluma: se le ha ido disminuyendo su callo del dedo anular.
El siquiatra del IMSS Córdoba Castañeda precisa que el tecnoestrés aparece cuando el ser humano se ve rebasado por la tecnología.
“El proceso bajo el cual se va generando una patología cada vez más grave es cuando la persona se enfrenta a la tecnología, trata de resolver sus exigencias y les va dando un peso mucho mayor, por lo que genera más necesidades de las que tiene, hasta que inevitablemente resulta rebasado por aquélla y empieza a aparecer una sensación de minusvalía o incompetencia, entonces cae, en muchos de los casos, en una depresión”, detalla. (Retomado del periódico Excélsior)

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