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sábado, 27 de septiembre de 2008

La muerte del disco

México, DF. Septiembre 26.- El 23 de septiembre el periódico Milenio publicó en la sección de Tendencias el reporte sobre una iniciativa entre compañías discográficas, la empresa fabricante de tarjetas de memoria Sandisk, y las tiendas Walmart y BestBuy, para ofrecer estaciones de autoservicio llamadas SlotMusic en estos últimos establecimientos. La idea detrás de SlotMusic es que quien desee obtener un disco legalmente y en formato digital, pero no tiene la posibilidad o deseo de hacerlo en línea, puede llegar a una de estas estaciones, introducir su tarjeta de memoria y descargar a ésta un disco o canciones tras pagar una suma. Al retirar la tarjeta, ésta se encuentra lista para introducirse a un teléfono celular o dispositivo similar que pueda reproducir archivos MP3.
Se trata de un concepto que responde a una realidad preocupante para la industria discográfica: el disco físico ha perdido considerable terreno frente a la reproducción de archivos digitales. Incluso la mayoría de los consumidores leales del CD terminan haciendo una copia digital para poder disfrutarlas en su computadora o reproductor MP3. Dada que la nueva forma de escuchar música es el archivo MP3, SlotMusic pretende saltarse el paso intermedio y ofrecer directamente la música en su manifestación más popular.
Con esta medida, se ataca un síntoma, sin embargo. El problema tiene un alcance mucho mayor que la preferencia de formatos.
Aunque se puede decir que la industria discográfica lleva librando la batalla contra la piratería desde que apareció el primer quemador de CDs (o incluso el primer audiocassette virgen), en años recientes el contrincante ha mutado y se ha convertido en una bestia imparable. Si a finales del siglo pasado su mayor problema eran los vendedores ambulantes de clones de CDs, actualmente libran una fútil batalla con el fácil acceso a la música de manera gratuita en la red. Por cada tracker de bitorrent que demandan o blog de MP3 que cierran, una docena de nuevas fuentes de música gratuita toman su lugar. Ha llegado al punto en el que una rápida búsqueda del título de una canción puede resultar en el disfrute de ésta en cuestión de minutos.
En vista de la accesibildad de la música gracias a la tecnología (cualquier discusión sobre legalidad es redundante ante esta patente realidad), muy a regañadientes la industria del disco está resignándose a que internet es un enemigo contra el que no pueden ganar y comienzan a investigar las maneras en las que se le puede aprovechar como herramienta de ventas. Sus primeros pasos han sido simplistas y anclados en la estructura tradicional: "si la gente ahora quiere escuchar MP3s, les venderemos MP3s", parecen decir. Así es como ahora tenemos tiendas virtuales de música como amazonmp3 e itunes, así como esta nueva contraparte física, SlotMusic.
La noción de que la venta de CDs ha disminuido por la preferencia a la música digital no alcanza a contemplar, sin embargo, un cambio en actitud hacia el consumo de música que exige un cambio estructural de gran importancia. Un gran porcentaje de quienes consumen música de manera gratuita no consideran que están haciendo nada malo, y el concepto de pagar por un álbum sólo es motivado por un profundo aprecio por el artista en particular. Comienza a cundir el sentimiento de que ya no es justo pagar por el "privilegio" de escuchar y poseer un disco, sino que el apoyo monetario se ofrece a manera de patronato, como una manera de decirle al artista que se le apoya y se desea que siga produciendo más música.
Bajo esta perspectiva, el modelo tradicional se encuentra amenazado de muerte. Tiene más sentido para un amante de la música el explorar cientos de discos que se comparten en distintas redes de archivos compartidos y recompensar a aquellos que considera dignos de su dinero, que el ser convencido por la mercadotecnia para pagar por un disco sellado del cual quizá sólo vaya a disfrutar de un par de canciones. Por más medidas de protección para impedir que la gente escuche un disco sin haber pagado por él, la regla imperdonable permanece: si puede ser reproducido, puede ser copiado y compartido.
He ahí el secreto. Las primeras señales de la dirección en la que deben ir han llegado del lugar más inesperado: el videojuego Guitar Hero.
Death Magnetic, el nuevo disco de Metallica, fue lanzado paralelamente en el formato tradicional y como un descargable para el juego Guitar Hero III: Legends of Rock. El videojuego permite "interpretar" con un control en forma de guitarra canciones populares, y ha resultado una considerable fuente de ingresos y visibilidad para material nuevo de algunas bandas (Def Leppard ofreció en exclusiva el primer sencillo de su nuevo disco como un tema descargable de Guitar Hero III). Quienes obtuvieron por esta vía el disco de Metallica no sólo han podido disfrutar de lo que se está reconociendo como un regreso de calidad de Metallica, sino que pueden experimentar la sensación de interactuar con la música a través del videojuego. Se trata de un valor agregado inexistente en la versión de CD.
Esto no significa que de aquí en adelante todos los discos deban ser disfrutados a través de un videojuego, sino que la industria de la música debe comenzar a alejar el reflector del disco en sí y enfocarse en la experiencias relacionadas que no pueden ser reproducidas con facilidad. Guitar Hero quizá sólo atraiga a un sector muy pequeño del público meta, pero existe algo que Internet jamás podrá duplicar: la experiencia de asistir a un concierto.
En la misma edición del 23 de septiembre, MILENIO publicó en su sección de Negocios una entrevista con Jorge Alor, director del festival internacional Manifest 2008, con el título "Adiós al disco". En la entrevista realizada por Dainzú Patiño, Alor comentaba que a escala mundial emergen dos elementos importantes en la industria musical: uno es el rock, que a finales del siglo pasado venía a la baja eclipsado por la música electrónica y el otro es la “cultura del festival”.
Esta situación se vive en el mundo. En México, el mercado juvenil es el principal consumidor de música en vivo, lo anterior ha provocado a productores y empresarios organizar eventos dirigidos a este nicho emergente.
Se trata de un concepto radical y atemorizante, pero la tendencia parece dirigirse hacia un futuro en el que el consumo musical no lo dictará las ventas de discos, sino los ingresos de taquilla. Los jóvenes podrán descargar todo el material discográfico que puedan de manera gratuita a través de Internet, pero para poder disfrutar de la presentación en vivo forzosamente tendrán que despegarse del teclado y pagar una suma. La tendencia apunta a que el disco está destinado a ser una herramienta más para generar interés en el espectáculo de un artista.
El reto, sin embargo, radica en aprovechar el vasto potencial de la red, cuya naturaleza cambia constantemente. La labor de mercadeo existente en la industria de la música hoy en día se ha refinado a lo largo de décadas para alcanzar una fórmula que da resultados. En un saturado medio donde sólo la innovación, el momento adecuado y hasta la suerte son recompensados con la fama, no existe una estrategia infalible para darse a conocer en la red. Es un terreno sin explorar, y el hecho de que algo haya tenido éxito una semana antes no lo garantiza la siguiente.
Es de imaginar que existen fuertes intereses de por medio e importantes figuras que no desean que se llegue a este punto. Sin embargo, la imperante (y creciente) actitud sugiere que si desean seguir en la jugada deben dejar morir al disco como existe actualmente, pues no podrán protegerlo para siempre. Deberán dejarlo en manos de los fans, dejarlos conocer esta música de calidad que seguramente los enganchará, y entonces cosechar los frutos de su afición. Un panorama incierto en verdad, pero uno que sólo debe ser temido por los que tengan algo que temer. (Retomado del periódico Milenio)

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