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miércoles, 20 de agosto de 2008

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Secuestro, un asunto de Estado desde el siglo pasado

México, DF. Agosto 19.- El grito amenazador de los soldados --"¿Quién vive?"-- fue seguido por descargas de sus fusiles contra un grupo rebelde sureño, en los jardines del hotel Borda, en Cuernavaca, Morelos, la última noche de 1924. La guardia frustró el asalto e impidió el secuestro del embajador de Estados Unidos, James Rockwell Shefield.
De vuelta en la ciudad de México, el diplomático fue recibido por el Presidente Plutarco Elías Calles, quien ordenó reforzar la protección militar al estadounidense, como medida preventiva de problemas.
En tanto, la inestabilidad del país, derivada de la lucha armada, se expresaba incluso en la acción impune de delincuentes comunes, así como de bandas formadas por rebeldes a Calles y militares desertores.
La colonia estadounidense en México no estaba a salvo de secuestros, como le ocurrió a Ulises Deschamps, entre el 11 y 15 de octubre de 1925, en Morelos, por la banda de un soldado desertor, Pedro Melgar, quien había tomado al rehén equivocado.
Los alardes de ser amigo de diputados, anotan a Melgar en los delincuentes que buscaron cobijo de políticos, como reporta el Departamento Confidencial (antecedente del Cisen) de la Secretaría de Gobernación, en el expediente 13 caja 11 de Investigaciones Políticas y Sociales del Archivo General de la Nación (AGN).
En un paseo a las Grutas de Cacahuamilpa, el automóvil del estadounidense fue interceptado por cinco asaltantes de Melgar. Despojado de dinero y un reloj de oro, lo retuvieron hasta que el chofer regresara con un rescate de diez mil pesos.
Con los ojos vendados y avisos de que su vida estaba en juego, Deschamps fue llevado a pie por la sierra a un jacal inmundo. A los dos días, el Ejército y Gobernación investigaban el caso. Mientras, sufría la prepotencia, majaderías y amenazas de Pedro Melgar, el retrato de los impunes.
"No entregue el dinero, señor", le habría dicho a Deschamps, su vigilante, el bandido Pablo Landa, quien pasó con él parte del cautiverio.
Aquél fue un secuestro de una semana y final feliz. Landa quería "cambiar de vida y convertirse en hombre honrado", y sólo pedía que el estadounidense "lo beneficiara con una colocación en la capital", declaró Deschamps rescatado por la tropa.
Semanas después, el 17 de noviembre de 1925, el ferrocarrilero Benito García fue tomado como rehén, a tiros de fusil por cinco bandoleros, en Jalapa.
El "general Cruz Arenas", jefe de la banda, lo recibió en la guarida "con injurias", y una acusación infantil. Estaba secuestrado, por gobiernista, por haber hecho silbar las locomotoras en una reciente vista del Presidente Calles a la región. Pidieron cinco mil pesos de rescate, una fortuna para un obrero como García. "Pagan en tres días o lo pasamos por las armas".
El general Cruz Arenas delegó el "trabajo" de cobrar en otro "general Saldaña", a quien le entregaron 525 pesos, suma del sueldo de García y donativos de sus compañeros del riel.
La banda de los "generales" resultó letrada. Escribió cartas a tres jefes de la empresa, que obligaron firmar a Benito García: el pobre solicitaba a préstamo los cinco mil pesos.
El rehén fue movido a un par de lugares en la zona del Cofre de Perote, por integrantes de la banda, la cual tenía una división de tareas: asalto, traslado, refugio, vigilancia, correo.
Para salvar a García, Ferrocarriles Nacionales pagó con monedas de plata, pero los secuestradores exigieron oro, y así se cumplió.
El Departamento Confidencial siguió el caso y reportó que, en efecto, operaban rebeldes en la zona de Jalapa y que en ese movimiento había ferrocarrileros simpatizantes.
Por secuestro hay pocos registros en el AGN, correspondientes a las primeras décadas del siglo 20. Pareciera que el delito fue poco explotado entonces, además de que las víctimas no siempre lo denunciaron.
Y sin embargo, fue asunto de Estado.
Un inspector de Policía de Villahermosa, Tabasco, Salvador González Verdía, era un delincuente que gozaba de influencias en las oficinas de gobierno del estado, y que había incursionado en el plagio, como variante a su modo ilegal de obtener recursos.
A Verdía le echaron mano en la ciudad de México, cuando ya no era policía de su tierra natal, puesto al que llegó, cuando era amigo del general revolucionario José Domingo Ramírez Garrido, según relatan los agentes de Gobernación, en el expediente 10 de la caja 11 de Investigaciones Políticas y Sociales que resguarda el AGN.
El policía y secuestrador ingresó a la cárcel de Belén el 15 de mayo de 1926, pero acusado por delitos comunes, y en un intento por salir utilizó a sus amigos del gobierno de Tabasco para que solicitaran a Gobernación salvarlo, en calidad de delegado de la CROM. Pero se quedó tras las rejas de Belén.
Una ficha rara destaca en los archivos. Es el memorando sobre María de la Luz Bringas, en el que los agentes del Departamento Confidencial, dejan una anotación en la que advierten que la dama acaudalada "está secuestrada en Francia".
Con fecha del 23 de marzo de 1923 y sin continuidad de informes, el Departamento Confidencial dejó para la historia la ficha en la que se escribió: Luz Bringas "está secuestrada por el señor (José Yves) Limantour, en combinación con (Alberto J.) Pani, el actual ministro de Hacienda".
La señorita Bringas, según Gobernación, era dueña de 27 millones de pesos, cinco haciendas en el estado de Veracruz, y fincas en la ciudad de México, en las avenidas 16 de septiembre y Madero.
El único pariente de la dama que ocupa al investigador, "salió a París el año pasado (1925) para averiguar donde se hallaba esta señora, pero no logró dar con ella". Y finaliza:
"Pani mandó un abogado para que hiciera el arreglo con ella".
Sin embargo, el Departamento Confidencial no especificó qué arreglos buscaba, ni por qué le interesaba a Gobernación seguir a la millonaria sin familia directa.
Sin embargo, ocho años después, en octubre de 1934, un apoderado legal de Bringas, el francés Frederic J. Laurent, informó a Gobernación de irregularidades en el uso de las aportaciones de su representada a la beneficencia, las cuales encontró en la ciudad de México.
En el expediente 9, caja 11 de Investigaciones Políticas y Sociales, están las acusaciones del apoderado Laurent contra integrantes "de la antigua clase aristocrática", sacerdotes y monjas, "que habían venido viviendo y ayudándose a costa de la señorita Bringas". Pero no menciona ningún secuestro ni autoridad alguna.
La década de los treintas se va sin más incidentes documentados para el AGN, en el que está la historia de José Clavé Sánchez, un español que fue agente de Gobernación que secuestraba delincuentes para "venderlos" a la justicia de Estados Unidos.
Era el respetable inspector del Departamento Confidencial PS-15, que pertenecía a una banda capitaneada por un delincuente que era conocido con el apodo de "El comearroz".
Los socios de Clavé eran Conrado Neili y su esposa Carmen, así como un secuestrador que había operado en Tampico, Tamaulipas, Enrique Lemus Ugarte.
Desde la Secretaría de Gobernación, la banda "aplicaba" el artículo 33 Constitucional, de expulsión de extranjeros sin juicio previo. Tenía autoridad para solicitar documentos migratorios y a falta de éstos ocurrían sanciones.
El mismo Calvé reportó como una comisión ordinaria, la detección de Marlowe Merrick, el 5 de octubre de 1940, un hombre de negocios al que de su casa familiar lo llevó a los separos de Gobernación y de allí, personalmente, a la frontera de Nuevo Laredo. "¿Por qué?", fue la pregunta estadounidense. "No sé", respondió.
Sin embargo, el español ya había sido señalado por diversos "expulsados", que fueron llevados a la frontera, como mercancía para la justicia estadounidense.
Una denuncia dirigida a la Presidencia de la República, por una persona que firmó como Raúl Macías, "pide que cese este comercio con la libertad y las vidas de acusados de delincuentes, que han venido haciendo por un puñado de dólares, otros más criminales". Uno de los señalados es Clavé, que tenía una estrella muy brillante en el gobierno.
Era agente de Gobernación y escolta del presidente electo Manuel Ávila Camacho, desde que era candidato en campaña. Su expediente resalta sus "estrechas relaciones" con Fidel Castro, el líder de Cuba.
Pero el inspector modelo ya era conocido en 1941 como secuestrador en la ciudad de México de delincuentes mexicanos y extranjeros, que eran vendidos en Estados Unidos en extradición ilegal.
Se formó un movimiento social de denuncia de la banda de secuestradores de "El Comearroz", en el estado de California, donde de distribuyeron volantes acusatorios entre la comunidad mexicana. Copias llegaron a Gobernación y al expediente de Clavé.
Una de sus tareas más detalladas por él mismo en reportes a sus jefes, fue el caso de Juan Barrena, un español falsificador de cheques. El policía detuvo al delincuente y a su banda de delincuentes, pero desaparecieron en noviembre de 1940.
Ante el escándalo público de que Clavé secuestraba delincuentes y los vendía en la frontera norte, sus jefes en Gobernación, lo justificaron: A Juan Barrena se le dejó libre (pese a que había pruebas de sus delitos como falsificador), "para no malograr la toma de posesión del Presidente electo", según un oficio de la dependencia.
Si Juan Barrena fue detenido por el FBI en Estados Unidos es porque descubierto en México, "se fue amedrentado".
Pero cuando ligaron a Clavé con la banda de secuestradores de "El Comearroz", el 14 de febrero de 1941, los días del policía estaban contados.
Su ficha de baja como agente tiene fecha del 25 de febrero. Y desapareció.
Era un secuestrador al amparo de una red impune de medio siglo 20. (Retomado del periódico El Universal)

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