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martes, 24 de agosto de 2010

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto

Roberto Mancilla, honor a quien honor merece

Hace 20-22 años, junto con Salvador Ruiz Zambrano, Carlos Acevedo Martínez, Carlos Ruiseñor Liévano y Carmelo Espinosa, nos reuníamos en domingo por las tardes; la tarea era armar el periódico “Signos” que entonces circulaba todos los lunes. De todos, el infaltable fue Roberto Mancilla Herrera, cuya contundencia con la pluma era incontestable. Los políticos y funcionarios a quienes se refería en sus artículos, le calificaban de “intratable”; nosotros, que compartimos muchos años la misma mesa y la misma silla en las modestas oficinas de Signos, le teníamos como un periodista temerario, uno de los pocos que puso en su lugar al entonces gobernador Patrocinio González Garrido, famoso por su mal genio y pocas pulgas.
Pero detrás del periodista irrevocable y testarudo, estaba el amigo, el compañero de mente ágil que nos hacía las tardes de domingo llevaderas. Pese a su pluma certera y punzante, era un hombre que se reía con facilidad y hacía reír a los demás. Lo primero no se lo pudieron perdonar quienes no tuvieron los arrestos para admitir sus equivocaciones y una mañana de febrero, truncaron su vida en un lugar solitario de la ciudad.
Desde entonces, la verdad sobre su asesinato, sigue sin ver la luz del día. El ó los autores intelectuales y materiales, siguen libres, impunes, como debe ser en un estado donde el imperio de la ley es solo una bonita frase. Los chivos expiatorios y los sospechosos de la muerte de Roberto, han surgido en cada sexenio, en cada periodo. A la llegada de un nuevo gobernante, surge un nuevo criminal y el preso por el anterior, sale de la cárcel. Ha sido la constante, como si todos se hubiesen propuesto jugar al rato y al ratón con un crimen que marcó para siempre al periodismo chiapaneco.
El domingo, en un gesto de reconciliación del pasado con el presente, el Gobierno del Estado develó un busto de Mancilla Herrera en la Plaza de la Libertad, nombrada así por muchas razones entre éstas, porque ahí reside la estatua del máximo mártir de la Libertad de Expresión, el doctor Belisario Domínguez, asesinado por Huerta y oriundo de Comitán. Por otra parte, porque ahí es donde convergen los periodistas chiapanecos cuando hay algo qué denunciar en materia de violación a los preceptos constitucionales que garantizan la Libertad de Prensa y Expresión.
Las honras post mortem para un periodista ejemplar, son bienvenidas. En primer lugar, porque se reconoce la trayectoria de un hombre que puso al servicio de la sociedad, su talento e imaginación y finalmente, ofrendó su vida en un acto que aún carece del más elemental de los honores: la justicia. En segundo lugar, porque el Gobierno del Estado, refrenda así su respeto a los periodistas y sus derechos, y su compromiso con las libertades civiles. No es fácil gobernar con una prensa crítica, contestataria y exigente, como tampoco es fácil ejercer el periodismo cuando el gobierno cierra sus puertas a la comunicación fluida, honrada y eficiente.
La develación del busto de un periodista como Roberto Mancilla, que supo interpretar su determinado compromiso con la verdad, no es el homenaje por sí mismo; es el reconocimiento explícito de una nueva realidad del periodismo chiapaneco, un periodismo que debe atender, ante todas las cosas, el pedido de una sociedad que está urgida de basar su futuro en una Prensa dispuesta a ejercer su papel de puente efectivo, independientemente de los muchos escollos —naturales y superficiales— que deba sortear para cumplir con su cometido.
Esto lo sabe perfectamente el gobernador Juan Sabines Guerrero; de ahí su interés por fortalecer los vínculos que le permitan presentarse ante la sociedad tal cual es: con aciertos y errores, sin el oficio adulador de quienes, aprovechando su cercanía, pudieran atrofiar una visión que en lo personal, me parece la adecuada, aún cuando persiste uno que otro leguleyo que cierra sus ojos ante una realidad contundente. Roberto Mancilla Herrera, se merecía ese reconocimiento; pero también es merecedor de justicia. Juan Sabines Guerrero, supo que era el momento justo. Así se hace política.

Tarjetero
*** Armando Moguel Hernández, es delegado de Tránsito en Villa Comaltitlán; prepotente, soez y abusivo, detuvo a media calle a Francisco Javier Figueroa Meza, a quien intentó asesinar a balazos, en la ciudad de Cintalapa. El funcionario, dicen los testigos, iba en completo estado de ebriedad. Y como siempre, salió con el cuento que es amigo de altos funcionarios y por esa sola razón, hace lo que en gana le venga. Lo grave del asunto es que no es la primera vez que amenaza de muerte a jovencitos vecinos de su casa. Muchos le han tenido miedo pero ésta vez, los familiares de su enésima víctima, lo denunciaron por lo que se levantó la Averiguación Previa 570/1C05/2010, por diversos delitos. Esperemos que las autoridades actúen, pues éste tipo de sujetos son los que dan mala fama a los gobiernos. *** La Voz de los Vientos, radiodifusora indígena con sede en Copainalá, cumplió 13 años de estar al aire. Celebraron, el fin de semana pasado, con un festival de danza y música tradicional. Para Miqueas Sánchez, su Directora y Diego López, Coordinador de Producción, una sincera felicitación porque han hecho de ese medio de comunicación, un muy eficaz puente que no solo lleva entretenimiento, sino cultura, conocimiento y educación. Esos son los proyectos que valen la pena, porque no hacen al vapor. Se piensan, se analizan. Bien, muy bien por XECOPA, la Voz de los Vientos. *** El alcalde electo de Tuxtla Gutiérrez, Yassir Vásquez, reconoció ayer la titánica y arriesgada labor de los Bomberos, quienes por cierto, celebraron su día. Y es que la verdad es esa: son muy arriesgados. *** Luego nos leemos.
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