Angel Mario Ksheratto
El debate para legalizar las drogas
Finalmente, Felipe Calderón dobla las manos y abre el debate sobre la legalización de las drogas, lo cual es, desde el punto de vista que se le quiera ver, la admisión tácita del fracaso de la lucha contra el crimen organizado que emprendió y que él mismo, ante un grupo de consultores, calificó de imprecisa porque “no hay mucho tiempo para la reflexión y el análisis”. Atrapado en una guerra violenta y en su mismo discurso triunfalista, el Presidente de la República opta por guarnecerse en el llamado “Plan ‘B’”, propuesto por Eduardo Gallo, prominente miembro de la agrupación México Unido contra la Delincuencia, quien en la víspera remarcó el fracaso de la guerra contra el narco y llamó a debatir el tema de la legalización.
Reacio a los consejos inteligentes, Calderón no tuvo alternativa que acogerse a una propuesta que meses atrás, había desechado sin más argumento que el envalentonamiento que hasta entonces, le daban algunos precarios triunfos sobre los grupos de poder económico y militar que viven del tráfico de estupefacientes. Su desdoblamiento de estrategias fallidas se da justo cuando en Estados Unidos celebraban con inusual euforia la muerte de uno de los más poderosos hombres de la droga, Ignacio Coronel.
El tema de la legalización de las drogas, es sin duda, escabroso; el mismo Felipe Calderón Hinojosa introdujo ayer lo que podría ser su tesis central durante las discusiones: “Hay quien argumenta que precisamente implicaría la legalización un aumento enorme del consumo en varias generaciones de mexicanos, en parte por el efecto económico mismo de la disminución de precio, en parte también por la disponibilidad, por la idea que se genera de que finalmente es aceptable y socialmente bueno y hasta medicinal, digamos, su uso, lo cual culturalmente tiene una incidencia importante”, dijo.
Razón concedida, empero no vemos una opción presidencial que dé al debate los ingredientes necesarios para enriquecerlo desde la parte oficial.
Para que los tres Poderes del Estado convenzan con sus argumentos debemos esperar un análisis serio y muy responsable sobre los efectos reales que hasta hoy ha tenido la lucha contra el narcotráfico. Sobre una base firme, sobre números fríos pero contundentes, es muy posibles que las otras fuerzas sociales y políticas, encuentren razones para debatir y no solo eso: encuentren verdaderos puntos de coincidencia y logren consensos que vayan más allá de poner al alcance de niños y adolescentes cualquier cantidad de estupefacientes.
Debatir la legalización de las drogas implica revisar a fondo el fenómeno y sustraer de ello, las mejores ganancias para los mexicanos, pero también, procurar una legislación acorde que prevenga el consumo en la población. Debemos tomar en cuenta que México no es un país altamente consumidor de drogas; México solo es, por así decirlo, el paso obligado a Estados Unidos, donde el consumo sí es alto; donde la droga es, quieran o no aceptarlo, producto de primera necesidad.
Ahora bien, el problema de México es que suda calenturas ajenas. Si llegare a legalizarse el consumo aquí, ¿qué con el tráfico? Lo más sensato sería que cada país haga lo que deba hacer en el ámbito de sus competencias. Mientras Estados Unidos siga siendo el principal mercado de las drogas, México y los demás países de América Latina seguirán siendo fabricantes, exportadores, revendedores, traficantes. Si lo vemos con frialdad, nosotros deberíamos hacernos de la vista gorda (como Estados Unidos hace con el tráfico de armas, el abuso contra migrantes y otras lindezas) con el tráfico de drogas hacia el país del norte.
Total, quienes se están muriendo por el alto consumo son ellos, precisamente porque su gobierno no tiene políticas de prevención y ataque directo al consumo. Si los gringos no fueran drogadictos, no habría tráfico de drogas; así de fácil y sencillo. Y no tendríamos una guerra loca, una guerra sin estrategias ni control, ni resultados concretos. Somos víctimas de una guerra que no es nuestra, una guerra que debería estarse librando en Estados Unidos, no aquí.
De tal manera pues que la legalización, si bien tiene sus beneficios, también tiene sus efectos colaterales graves. No debería ser aquí donde se legalice el consumo sino allá arriba del mapa, donde sin drogas no pueden ser felices. Esperemos a ver cómo se desarrolla el debate.
Tarjetero
*** Anteanoche, la diputada Martha Grajales me llamó por teléfono para precisar algunos puntos de la columna que publiqué hace tres días. Primero: No está violando la ley al regresar a la curul, una vez que ganó una contienda electoral. Segundo: En ningún momento soltó tal cantidad de imprecaciones cuando le recomendaron solicitar licencia por tiempo indefinido. Tercero: Que no regresó a la diputación por ambiciones de dinero. Cuarto: Que es respetuosa de la ley y si una autoridad competente le ordena solicitar licencia, lo hará gustosa. Quinto: Que mis fuentes legislativas están totalmente erradas. Sexto: Que no tiene un feo trompabulario. Séptimo: Que es respetuosa de la ley. Octavo: Que no impulsa una reforma que permita a los diputados regresar a las curules tras una elección. Noveno: Que respeta profundamente al gobernador Juan Sabines y que nunca le mentó la madre a nadie. Décimo: Que hará lo que se le pida para honrar al Congreso del Estado. Décimo Primero: Que seguirá siendo una mujer de lucha social a favor de los más necesitados. Décimo Segundo: Que muchas gracias. *** Luego nos leemos.
ksheratto@hotmail.com
ksheratto@gmail.com
http://ksheratto.blogspot.com
El debate para legalizar las drogas
Finalmente, Felipe Calderón dobla las manos y abre el debate sobre la legalización de las drogas, lo cual es, desde el punto de vista que se le quiera ver, la admisión tácita del fracaso de la lucha contra el crimen organizado que emprendió y que él mismo, ante un grupo de consultores, calificó de imprecisa porque “no hay mucho tiempo para la reflexión y el análisis”. Atrapado en una guerra violenta y en su mismo discurso triunfalista, el Presidente de la República opta por guarnecerse en el llamado “Plan ‘B’”, propuesto por Eduardo Gallo, prominente miembro de la agrupación México Unido contra la Delincuencia, quien en la víspera remarcó el fracaso de la guerra contra el narco y llamó a debatir el tema de la legalización.
Reacio a los consejos inteligentes, Calderón no tuvo alternativa que acogerse a una propuesta que meses atrás, había desechado sin más argumento que el envalentonamiento que hasta entonces, le daban algunos precarios triunfos sobre los grupos de poder económico y militar que viven del tráfico de estupefacientes. Su desdoblamiento de estrategias fallidas se da justo cuando en Estados Unidos celebraban con inusual euforia la muerte de uno de los más poderosos hombres de la droga, Ignacio Coronel.
El tema de la legalización de las drogas, es sin duda, escabroso; el mismo Felipe Calderón Hinojosa introdujo ayer lo que podría ser su tesis central durante las discusiones: “Hay quien argumenta que precisamente implicaría la legalización un aumento enorme del consumo en varias generaciones de mexicanos, en parte por el efecto económico mismo de la disminución de precio, en parte también por la disponibilidad, por la idea que se genera de que finalmente es aceptable y socialmente bueno y hasta medicinal, digamos, su uso, lo cual culturalmente tiene una incidencia importante”, dijo.
Razón concedida, empero no vemos una opción presidencial que dé al debate los ingredientes necesarios para enriquecerlo desde la parte oficial.
Para que los tres Poderes del Estado convenzan con sus argumentos debemos esperar un análisis serio y muy responsable sobre los efectos reales que hasta hoy ha tenido la lucha contra el narcotráfico. Sobre una base firme, sobre números fríos pero contundentes, es muy posibles que las otras fuerzas sociales y políticas, encuentren razones para debatir y no solo eso: encuentren verdaderos puntos de coincidencia y logren consensos que vayan más allá de poner al alcance de niños y adolescentes cualquier cantidad de estupefacientes.
Debatir la legalización de las drogas implica revisar a fondo el fenómeno y sustraer de ello, las mejores ganancias para los mexicanos, pero también, procurar una legislación acorde que prevenga el consumo en la población. Debemos tomar en cuenta que México no es un país altamente consumidor de drogas; México solo es, por así decirlo, el paso obligado a Estados Unidos, donde el consumo sí es alto; donde la droga es, quieran o no aceptarlo, producto de primera necesidad.
Ahora bien, el problema de México es que suda calenturas ajenas. Si llegare a legalizarse el consumo aquí, ¿qué con el tráfico? Lo más sensato sería que cada país haga lo que deba hacer en el ámbito de sus competencias. Mientras Estados Unidos siga siendo el principal mercado de las drogas, México y los demás países de América Latina seguirán siendo fabricantes, exportadores, revendedores, traficantes. Si lo vemos con frialdad, nosotros deberíamos hacernos de la vista gorda (como Estados Unidos hace con el tráfico de armas, el abuso contra migrantes y otras lindezas) con el tráfico de drogas hacia el país del norte.
Total, quienes se están muriendo por el alto consumo son ellos, precisamente porque su gobierno no tiene políticas de prevención y ataque directo al consumo. Si los gringos no fueran drogadictos, no habría tráfico de drogas; así de fácil y sencillo. Y no tendríamos una guerra loca, una guerra sin estrategias ni control, ni resultados concretos. Somos víctimas de una guerra que no es nuestra, una guerra que debería estarse librando en Estados Unidos, no aquí.
De tal manera pues que la legalización, si bien tiene sus beneficios, también tiene sus efectos colaterales graves. No debería ser aquí donde se legalice el consumo sino allá arriba del mapa, donde sin drogas no pueden ser felices. Esperemos a ver cómo se desarrolla el debate.
Tarjetero
*** Anteanoche, la diputada Martha Grajales me llamó por teléfono para precisar algunos puntos de la columna que publiqué hace tres días. Primero: No está violando la ley al regresar a la curul, una vez que ganó una contienda electoral. Segundo: En ningún momento soltó tal cantidad de imprecaciones cuando le recomendaron solicitar licencia por tiempo indefinido. Tercero: Que no regresó a la diputación por ambiciones de dinero. Cuarto: Que es respetuosa de la ley y si una autoridad competente le ordena solicitar licencia, lo hará gustosa. Quinto: Que mis fuentes legislativas están totalmente erradas. Sexto: Que no tiene un feo trompabulario. Séptimo: Que es respetuosa de la ley. Octavo: Que no impulsa una reforma que permita a los diputados regresar a las curules tras una elección. Noveno: Que respeta profundamente al gobernador Juan Sabines y que nunca le mentó la madre a nadie. Décimo: Que hará lo que se le pida para honrar al Congreso del Estado. Décimo Primero: Que seguirá siendo una mujer de lucha social a favor de los más necesitados. Décimo Segundo: Que muchas gracias. *** Luego nos leemos.
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