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miércoles, 11 de junio de 2008

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No cobro, no vivo, no estudio

México, DF. Junio 10.- Cada 12 de junio se celebra en el mundo el Día Internacional contra el Trabajo Infantil. Esta actividad está prohibida por la Ley Federal del Trabajo (LFT), para menores de 14 años y establece distintas regulaciones para las niñas y niños mayores de esa edad y menores de 18 años. A continuación se describen distintos temas relacionados con el trabajo infantil y sus dimensiones en nuestro país.
El trabajo infantil en el mundo debe leerse a través de dos claves: 1) la explotación, y 2) la exclusión social.
La primera de ellas está relacionada con la utilización del trabajo de los niños en actividades que, por una parte, pueden tener como finalidad contribuir al ingreso familiar en contextos de pobreza o insuficiencia de ingreso o, por otro lado, el trabajo infantil puede constituir un acto de explotación que en los peores casos puede configurar el delito de trata de seres humanos.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su hoja informativa sobre la Jornada Internacional contra el Trabajo Infantil 2008, en el mundo hay cerca de 218 millones de niñas y niños menores de 15 años que trabajan o que no asisten a la escuela, ya sea por causa de la pobreza o porque en sus comunidades no las hay.
De ellos, cerca de 171 millones realizaban en 2006 trabajos peligrosos. Al respecto debe señalarse que en América Latina se han alcanzado progresos importantes: mientras que en el mundo uno de cada siete niños entre 5 y 14 años trabajaba en 2006, en nuestra región la proporción señalada por la OIT es de uno de cada 20.
La segunda clave para adentrarse en el estudio de este fenómeno es la exclusión social, la cual se traduce en la ausencia o falta de oportunidades de acceso a servicios de salud y educación de calidad.
Este tema es importante, pues cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) indican que más de 15% de los niños que trabajan no estudian (cerca de uno de cada 7).
Sin embargo, nuevamente las desigualdades son abismales, pues en la población indígena el porcentaje de menores que laboran y no estudian es de 26.2% (poco más de uno de cada cuatro).
Así, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP), en 2007 había 1.3 millones de niñas y niños entre seis y 14 años que no asistían a la escuela.
La exclusión social se agudiza en la adolescencia y aun cuando el trabajo infantil se refiere básicamente a menores de 16 años, muchos jóvenes entre esta edad y los 18 años dejan las aulas y han tenido que obtener un empleo o emigrar, además de la enorme proporción de jóvenes en esta edad que no estudian ni trabajan, y que muchos de ellos son precisamente los que en su niñez fueron privados del cumplimiento de sus derechos fundamentales.
Una constante en el análisis de lo social es la ausencia de información estadística adecuada y oportuna y el caso del trabajo infantil no es la excepción.
Los datos oficiales más recientes datan de 2002 y en un estudio presentado por el INEGI al respecto se detectó que en nuestro país había en ese año 3.3 millones de niños de 6 a 14 años que trabajaban.
De ahí la importancia del estudio La explotación laboral de las niñas, niños y adolescentes en México, realizado por Thais A.C., que indica que el principal factor que determina la presencia de menores en los ámbitos laborales es la pobreza y la desigualdad de oportunidades de acceso a la educación, así como el capital cultural de sus familias, el cual se expresa de manera significativa en el promedio de escolaridad de los padres.
Con base en la información del INEGI, Thais encuentra que, en 2002, 43% del total del trabajo infantil se concentró en sólo cinco estados: Chiapas, Veracruz, Puebla, Estado de México y Jalisco.
Las entidades con menor porcentaje de trabajo infantil son también de acuerdo con Thais Aguascalientes, Colima, Quintana Roo y Querétaro.
En tanto, el Índice de Competitividad Social del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, elaborado en 2007, destaca que las zonas metropolitanas o ciudades con mayor presencia de trabajo infantil son Culiacán, Sinaloa; León, Guanajuato; Tepic, Nayarit; Tlaxcala, Tlaxcala, y la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.
Para complementar el análisis del INEGI, Thais desagregó los datos de la Encuesta Nacional de Empleo 2004 y encontró que uno de cada seis adolescentes entre los 12 y 17 años trabajó durante ese año (más de dos millones de niños en este rango de edad), y lo más importante es que encontró a 17% de la Población Económicamente Activa (PEA) que realizaba una labor prohibida, es decir, 1.5 millones de adolescentes que sufrían explotación laboral.
Por otra parte, el trabajo infantil afecta desigualmente a la población no indígena y la indígena.
De acuerdo con información del INEGI, se encontró que en 2002, mientras en la primera el porcentaje de trabajo infantil fue de 18.5%, en las comunidades indígenas el porcentaje era de 36%, es decir, mientras que uno de cada cinco niños no indígenas trabajan, la proporción de los infantes indígenas es de casi uno de cada tres.
La Encuesta Nacional de la Juventud (Enjuve) 2005 arroja resultados que pueden contribuir a ampliar la comprensión de la realidad del trabajo infantil en México y su vinculación con el abandono de la escuela.
De acuerdo con este estudio, del total de infantes de 12 a 14 años que tuvieron que dejar la escuela, la mayoría lo hizo a los 12 años: 52.7%.
Este dato es de suma importancia porque es ahí donde deberían fortalecerse los programas para evitar la llamada “deserción escolar”.
A ello debe agregarse que, según la Encuesta Nacional de la Juventud 2005, de la población de 12 a 14 años que dejó la escuela, 57.5% lo hizo porque no le gustaba estudiar.
Esto puede leerse al menos de dos formas: o hay un profundo desistimiento de los jóvenes en términos de valorar a la educación como un proceso de inclusión social, o las familias no cuentan con las capacidades para lograr que sus miembros puedan valorar y cumplir con el derecho a terminar al menos un ciclo completo de educación básica.
Además, a la pregunta de si los jóvenes prefieren seguir estudiando o trabajar, 60.2% contestó que no está interesado en ninguna de las dos actividades.
Por otro lado, al cuestionarles si alguna vez han trabajado, el grupo de niños de 12 a 14 años contestó en 8% que sí.
Sin embargo, al ampliar la pregunta a todos los grupos de edad y consultarles a qué edad tuvieron su primer trabajo, 16.7% contestó que antes de los 14 años; 7.7%, a los 14; 12.1%, a los 15, y 11.6%, a los 16.
Es decir, del total de jóvenes de 12 a 29 años que alguna vez ha trabajado, en promedio, 48.1% de las personas comienzan a trabajar antes de los 16 años en México.
Hay distintas estimaciones que sostienen que en México hay al menos 450 mil niños y niñas jornaleros agrícolas que trabajan en plantaciones o en tierras de producción situadas en regiones indígenas.
Thais sostiene que en las regiones agroexportadoras, en 2002 había al menos 600 mil menores laborando, muchos de ellos en condiciones riesgosas.
De ellos, 25% jamás había asistido a la escuela; 46% trabajaba seis días a la semana y 35% no cuenta con días de descanso.
A ellos debe agregarse la cifra de niños y adolescentes migrantes, que se calcula en al menos 50 mil menores de 16 años que cada año intentan cruzar la frontera hacia Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de ingreso o en busca de encontrarse con sus familias.
Asimismo, se encuentra lo que Thais denomina “trabajo adolescente urbano-marginal”, que se refiere a las niñas y niños que, teniendo un hogar o no, laboran en la calle. Se estima que son al menos 94 mil en todo el país, de los cuales, dos de cada tres tienen que trabajar para contribuir al ingreso familiar.
Finalmente, Thais denuncia la invisibilidad del trabajo infantil doméstico, en particular el realizado por adolescentes en hogares ajenos. Esta actividad es realizada en más de 98% por mujeres, quienes suman más de 118 mil en todo el país.
En el mundo del trabajo infantil existe lo que la OIT ha conceptualizado como “trabajo forzoso” y, dentro de éste, las “peores formas de trabajo infantil”.
Para dimensionar esta problemática, la OIT estima en su documento Una alianza global contra el trabajo forzoso que en el mundo hay al menos 12.3 millones de víctimas de trabajo forzoso, esto es, dos víctimas por cada mil habitantes.
De éstas, un millón 320 mil personas viven en América Latina. Una de las peores manifestaciones de esta forma de explotación es la trata de seres humanos: del total de sujetos a trabajo forzoso, las víctimas de trata suman al menos 2.5 millones en todo el mundo; de éstas, 250 mil radican en América Latina (10%), y en México, el Departamento de Estado de Estados Unidos indica en su Reporte sobre trata de personas 2008 que existen al menos 20 mil niñas y niños víctimas.
En su estudio Construir un programa nacional para prevenir y erradicar el trabajo infantil, Thais recomienda, entre otras cosas, realizar adecuaciones jurídicas para fortalecer a la Ley Federal del Trabajo y reducir la vulnerabilidad y el daño a los menores que deben trabajar.
La OIT señala, por ejemplo, que desde 1976 recomendó a México extender la duración del trabajo nocturno para establecerlo de las 8 p.m. a las 6 a.m., en lugar de las 10 p.m. a las 6 a.m. como ocurre hoy, con el fin de contar con una jornada de 12 horas continuas. Thais sugiere también retomar el Convenio 182 de la OIT para incrementar a 15 años la edad mínima para trabajar.
Uno de los problemas que exhibe el estudio de Thais es la ausencia de información actualizada sobre trabajo infantil, en particular para la población de seis a 12 años, por lo que advierte del probable subregistro que puede haber en esta materia en nuestro país, por lo que es indispensable realizar nuevos estudios para atender mejor este tema. (Retomado del periódico Excélsior)

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