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jueves, 13 de noviembre de 2008

¿Cómo enamorarse de las matemáticas?

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México, DF. Noviembre 12.- Escuchar que alguien ha elegido estudiar leyes o pedagogía porque en esas carreras no hay matemáticas es algo que sucede con frecuencia. Recibir la noticia de que uno de los hijos reprobó matemáticas, tampoco es algo fuera de lo común. En México como en otros países, la ciencia de Euclides padece irremediablemente de serios tabúes que la colocan como una ciencia aburrida y complicada.
No es algo extraordinario tampoco que después de pasar más de diez años consecutivos estudiando la materia, al llegar a la edad adulta sólo se recuerden unos cuantos ejercicios y problemas elementales. En suma, parece que constantemente huimos de los números.
Las cifras no mienten y como muestra hay datos oficiales que demuestran que al menos un 50 por ciento de los alumnos de nivel preparatoria tienen problemas con la asignatura por lo que en su formación futura, evitan volver a toparse con ella. ¿Pero de dónde viene esta aversión por las matemáticas? De acuerdo con el profesor Daniel Martínez, miembro de Kumon México (un organismo educativo que potencia el desempeño escolar a través de las matemáticas), las razones por las que “todos” tenemos problemas con esta ciencia empiezan desde los primeros años de estudio cuando aprendemos los números.
Las dificultades, señala, “empiezan desde que uno comienza a sumar, cuando se les pregunta a los niños cuánto es siete más cuatro, el niño repasa, 7, 8, 9, 10 y 11 para llegar al resultado, pero en realidad eso no es sumar, eso se llama contar y aunque la parte de la secuencia numérica la tiene muy clara, el sumar no, pues este es un proceso que va más allá”. A decir del especialista, el desarrollo de las habilidades matemáticas implica plena comprensión de los problemas que plantea la materia, además de una rápida capacidad de reacción que muy pocos tienen oportunidad de absorber en los salones de clase.
En realidad, agrega, “nunca aprendimos a sumar bien, cuando restamos también nos tardamos mucho por lo que cuando uno llega a querer sumar fracciones, (trabajo que implica al menos tres multiplicaciones y una resta) cada una de estas operaciones cuesta mucho trabajo y la operación final es dificilísima, uno va arrastrando las deficiencias y son como bolas de nieve que van haciendo que todo sea cada vez más difícil”. A ello, se suma que el sistema educativo nacional obliga al maestro a seguir un programa que es el mismo para unos 50 alumnos con el que es imposible tomar el ritmo de avance.
“Un maestro necesita cumplir un cierto número de temas en determinado tiempo, en el momento en el que el 80 por ciento de su salón ya entendió, da por visto el tema, lo que significa que está dejando a un 20 por ciento sin entender, cuando pasa al nuevo tema repite el proceso, con los años, al llegar a la preparatoria, básicamente sólo se está trabajando con el 50 por ciento de los alumnos, el resto se ha quedado atrás”, explica . Estas carencias producen que el alumno asocie necesariamente las matemáticas como una disciplina enredosa y monótona de la que lo único que se quiere es estar separado.
Sin embargo, sostiene el especialista, el pleno aprendizaje de las matemáticas acarrea grandes beneficios que redundan en el entrenamiento del cerebro y el pleno desarrollo de las capacidades y habilidades personales. Uno de ellos, aduce, “es que se desarrolla el autoaprendizaje o el aprendizaje independiente, en la medida en que se aprende a estudiar de los ejemplos, de las guías, en ese momento se aprende una habilidad que detona otras como la capacidad de concentración”. “Hoy en día –apunta- con más frecuencia oímos que los niños sufren de trastornos, que les cuesta mucho trabajo concentrarse, que son de atención dispersa, en este momento poca gente se dedica a aumentar la capacidad de concentración de los niños” y las matemáticas lo hacen.
Un intento por corregir estas deficiencias se dio hace 50 años en Japón, cuando el profesor de matemáticas Toru Kumon deseaba que su hijo Takeshi desarrollase al máximo su potencial y consiguiese transitar su propio camino, con esta finalidad creó un material didáctico autoinstructivo para que el hijo estudiara sin depender de nadie y lo orientó según su propio ritmo de aprendizaje. (Retomado del periódico Excélsior)

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